domingo, 9 de febrero de 2014

NICETO BLÁZQUEZ, O.P.


Francis BACON


Maquiavelo


LOS INDIGNADOS

  LOS INDIGNADOS
                        Durante el segundo Renacimiento el uso de la razón derivó con paso firme hacia la razón científica. Pero no podemos olvidar su otra vertiente hacia el poder. Para Francis Bacon (1561-1626), por ejemplo, saber es poder. Inglés él de origen y renacentista por cultura, intentó construir un sistema orgánico de pensamiento llevando la reflexión filosófica al campo del conocimiento basado principalmente en la experiencia. Bacon es el filósofo por antonomasia del método empírico convencido de que, para bien o para mal, saber es poder y, por lo tanto, nuestros conocimientos y saberes han de regirse por la utilidad de los mismos. Saber es poder significaba para Bacon que, en adelante, el saber ya no estaría marcado por la búsqueda de la verdad y la contemplación de los valores sino por su utilidad técnica. Según él, este saber tecnológico debería ser la base de la moderna civilización en la que las cuestiones metafísicas deberían ser condenadas al olvido. El saber pragmático significa que la razón se usa para poder y no para buscar la verdad, hablar de ella o enseñarla a los demás. Es la proclamación del pragmatismo puro y duro.
                Con la aplicación del método inductivo-experimental habría que hacer desaparecer los cuatro ídolos o prejuicios siguientes. 1) Las ideas que retenemos en la memoria sólo por ser patrimonio escolar. Según Bacon, asentimos a ellas por pura tradición sin tener en cuenta los hechos. Son aquellas enseñanzas que definen o distinguen a una escuela de otra. 2) El hombre, además, es proclive a repetir las cosas que oye sin reflexionar sobre ellas ni desentrañar personalmente su significado. 3) Existen también los ídolos o prejuicios de la caverna. Son aquellas ideas propias y favoritas en las que nos encerramos queriendo ver todas las cosas a través de ellas sin pensar antes si son válidas o no. 4) Por fin, los ídolos de la tribu o prejuicios humanos mediante los cuales convertimos en subjetivo lo objetivo  antropomorfeando las cosas. Aquí se censura el culto a la autoridad de Aristóteles, al que Bacon consideró como un déspota del pensamiento, y a la antigüedad clásica como la infancia de la humanidad. Pero no basta soslayar esta idolatría de ideas preconcebidas y de prejuicios. Para que la inducción sea veraz es preciso además que sea completa. Sólo así es posible conocer la causa real de los fenómenos. Sin este ejercicio esta experimental básico los razonamientos filosóficos resultan tan inútiles como perjudiciales.
                Obviamente Bacon sacrificó el uso de la razón filosófica y teológica al logro del poder sobre la naturaleza y el poder político en el horizonte. Cualquier cosa menos usar la razón para buscar la verdad última de las cosas y la sabiduría de la vida más allá de las contingencias de este mundo terrenal.
                Pero el paso del saber en clave de poder al uso de la razón como instrumento del poder político lo había dado ya Nicolás Maquiavelo (1469-1527). Secretario de la segunda Cancillería florentina, nostálgico de la antigua grandeza romana y consciente de la debilidad de las pequeñas repúblicas italianas, se convirtió en un patriota fanático, oportunista y amoral. Su obra emblemática es El Príncipe, que dedicó a Lorenzo de Médicis, al cual exhorta a liberar a Italia del yugo extranjero con vistas a crear un Estado nacional. El principio basilar del pensamiento político de Maquiavelo es que en la acción política no hay que tener en cuenta lo que las cosas deben ser sino la eficacia y efectividad para conseguir y conservar el poder. Esto es lo que él llama realismo político o ciencia política. Cualquier cosa menos las utopías platónicas o sentimentales. “Me ha parecido conveniente -escribe- buscar la efectiva verdad de las cosas y no la imaginación de las mismas. Muchos han imaginado principados o repúblicas que no se han visto jamás ni se ha conocido ser verdaderas, porque hay tanta distancia de cómo se vive a cómo se debiera vivir que aquel que deja lo que se hace por lo que se debiera hacer, antes procura su ruina que su conservación. El hombre que quiere hacer en todo profesión de bueno, ha de arruinarse entre tantos que no lo son”. La vida humana y el acontecer histórico están condicionados por la suerte y la fortuna personal. Por ello, el hombre de Estado tiene que aprender a manejar con energía y sin escrúpulos la fuerza de los acontecimientos a favor del poder.
                Los principios maquiavélicos de acción política pueden reducirse a los siguientes.
                1) El estadista debe partir del hecho de que los hombres son malos. A esta triste conclusión debió llegar Maquiavelo después de haber sido testigo de muchas injusticias e hipocresías en la Cancillería de Florencia.
                2) Para mantenerse en el poder hay que aprender el arte de no ser bueno y aprovechar las oportunidades.
                3) El estadista ha de ser más temido que amado usando, si es preciso, de la crueldad. Y, si llega el caso, quebrantando los tratados y convenios.
                4) Pero debe también saber ser hipócrita aparentando ser piadoso y sincero. Sin olvidar, claro está, que tanto la piedad como la sinceridad pueden resultar perjudiciales.
                5) Lo ideal sería que el hombre de Estado tenga tantas caras como exijan las circunstancias y ser malo, cruel y bestia cuantas veces lo considere oportuno. El estadista debe ser marrullero como la zorra y sanguinario como el león.
                6) Jamás debe dar medias soluciones, vacilar entre el bien y el mal, el derecho o la fuerza. Por lo mismo, el Catolicismo, que propugna la mansedumbre y la humildad es para la política anti-práctico e inútil.
                7) Para subsistir socialmente y vencer, a una fuerza dada hay que presentar otra igual o mayor. En esto el maquiavelismo político es una aplicación práctica de la dimensión cuantitativo-mecanicista de la nueva física renacentista en el ámbito de las relaciones humanas.
                8) El hombre y el Estado, según Maquiavelo, son un mero mecanismo de fuerzas cuyos elementos en juego son las pasiones humanas. 9) Maquiavelo es un mitólogo del Estado absolutista. Al Estado hay que supeditar todos los valores, la familia, la religión y la moral. Maquiavelo puso las bases de la escisión entre política y moral. Lo cual significa que al Estado y al pueblo se los ha de tratar de modo distinto que a las personas en particular.
                Maquiavelo fue sin duda un hombre amargado que puso al vivo la dialéctica de las pasiones humanas en el mundo de la política. En la vida real las personas honradas o débiles suelen ser maltratadas por los desaprensivos y moralmente degenerados. Se tiene la impresión a veces de que medio mundo está para engañar al otro medio. Como si la sociedad no fuera otra cosa que una horda de pillos y granujas, con lo cual ha de contar el Príncipe para agarrar al toro por los cuernos.
                El modo descarado y lapidario de hablar en El Príncipe suscitó reacciones de todo tipo, desde la admiración hasta el desprecio más explícito. La verdad es que leyendo atentamente esta obra podemos percatarnos cómo debían estar las cosas de la política en la Italia de su tiempo. Cabe pensar que El Príncipe es más que otra cosa un análisis descriptivo y confidencial de la corrupción política reinante y que él conoció en directo desde dentro. Pero Bodino, por ejemplo, no dudó en tomar en serio el maquiavelismo llegando a decir que el poder estatal debe ser supremo y absoluto y sólo responsable ante Dios y la Ley natural.
                En este absolutismo temporal se han inspirado después todas las modernas dictaduras. Y lo que es más admirable. Si analizamos la conducta de muchos políticos modernos resulta sorprendente el maquiavelismo de fondo que inspira sus formas de comportamiento. Diríase que, así como cuando los perros domésticos prueban sangre se vuelven violentos, muchos políticos cuando prueban el poder se vuelven maquiavélicos. Se puede decir sin exagerar que el maquiavelismo ha sido el catecismo universal de todos los dictadores modernos y que, junto con el marxismo, constituye un ejemplo emblemático del uso perverso de la razón. Por esta razón se comprende fácilmente por qué la clase política tiene tan mala reputación. La política se ha convertido en una actividad cuyo objetivo es el poder sobre el cielo, la tierra, la vida y muerte de los ciudadanos. La historia de la humanidad está escrita principalmente en función de la alternancia pacífica o violenta de los grupos de poder y de la indignación o desesperación de las gentes injustamente oprimidas.
                En la primera década del siglo XXI la indignación frente a las corrupciones políticas y los abusos de poder se ha contagiado globalmente gracias a las redes sociales de comunicación. Dicha indignación está justificada pero las formas de expresarla no siempre están justificadas ni son justas y razonables. En este orden de cosas la acampada juvenil que tuvo lugar el 15 de mayo del 2011 en la Puerta del Sol de Madrid merece una atención especial por su forma novedosa de expresar esa indignación que durante las últimas décadas se ha disparado contra todos los regímenes políticos de turno, autoritarios, dictatoriales y democráticos.
                “Sin casa, sin curro y sin miedo“,  fue el sentir general de varios miles de personas que salieron a la calle en Madrid para criticar a partidos políticos y banqueros, al rescate de entidades financieras, a los recortes sociales y a la precariedad laboral en aumento. En Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla tuvieron lugar el 15 de mayo las manifestaciones más multitudinarias convocadas por la plataforma ciudadana Democracia Real Ya.
             ¿Y qué pedían?: “Democracia real ya. No somos mercancías de políticos y banqueros”, “No hay pan para tanto chorizo”, “No hay democracia si gobiernan los mercados”, “Violencia es cobrar 600 euros” o “No es una crisis, es una estafa” fueron algunos de los lemas de sus pancartas. En Madrid varios miles de manifestantes recorrieron el tramo que va desde la plaza de Cibeles hasta la Puerta del Sol, donde se leyó un manifiesto que denunció la perversión del concepto de democracia por parte de “los poderes económicos y políticos”. “Hemos dejado de lado los intereses particulares para centrarnos en lo que nos une a todos: la indignación frente a los abusos del Gobierno, los políticos, las entidades financieras y las grandes  corporaciones”, incluidos los paraísos fiscales.                         Tras la manifestación, un grupo de personas se  reunió en la Puerta del Sol de forma pacífica, para expresar su deseo de cambio y con la intención de mantenerse acampados hasta el día 22 de mayo. En Barcelona los denunciaron el panorama político, económico y social y la corrupción de los políticos, empresarios y banqueros. Manifestaciones con bastante seguimiento se llevaron a cabo también en Tarragona, Figueres y Lleida e igualmente en otras cincuenta ciudades españolas. También hubo concentraciones similares en ciudades europeas como Londres y París. Los organizadores de las manifestaciones explicaron que esta convocatoria se había inspirado en las protestas vividas recientemente en el mundo árabe y en países como Islandia y Grecia.
                La cinta de transmisión del movimiento fueron las redes sociales de cuyo uso los jóvenes actuales son auténticos maestros. Como aspectos positivos de esta novedosa forma de indignación juvenil contra los regímenes políticos actuales cabe destacar la denuncia que hizo del poder financiero y las corrupciones de muchos funcionarios y ejecutivos de la clase política. La novedad consistió en la forma pacífica y juvenil de presentar esta denuncia identificándose con el sentir general de la sociedad actual cada día más cansada de soportar la arrogancia de los poderes institucionales en los que confraternizan sin escrúpulos los políticos irresponsables y los financieros insaciables. Incluso cuando los manifestantes hicieron algunas propuestas concretas de reforma política tuvieron gran aceptación.
                Sin embargo, a medida que pasaban los días, la inocencia aparente juvenil de los manifestantes fue perdiendo fuelle y resultando dudosa. Por una parte resultaba sorprendente su desconsideración hacia quienes estaban causando daños materiales adueñándose de la plaza pública. Durante su ocupación de la Puerta del Sol en Madrid los comerciantes de la zona sufrieron molestias y pérdidas económicas alarmantes sin que ello les preocupara lo más mínimo. Luego empezaron a hacer declaraciones a los medios de comunicación de forma verbalmente agresiva y se fue despejando el trasfondo ideológico que dominaba en sus cabezas. Estaban indignados contra todo y contra todos como los clásicos anarquistas. No fue difícil descubrir en sus manifestaciones a los grupos “anti-sistema” de tiempos pasados adaptados ahora a las nuevas circunstancias sociales.  La experiencia de la vida enseña que detrás de estos movimientos salvadores espontáneos y carismáticos hay siempre un tirano oculto que se manifiesta a cara descubierta cuando escalan el poder. Muchos analíticos políticos y gente de buena voluntad estuvieron fascinados por la original forma juvenil de denunciar las corrupciones políticas. Otros los calificaron inmediatamente como “cantamañanas” y “perros flautas”. Yo personalmente desconfié de ellos desde el primer momento y el tiempo me dio la razón.
                En cualquier caso es de justicia reconocer que la forma irresponsable e incoherente de manifestarse estos “indignados” anárquicos no desautoriza en modo alguno su rechazo teórico de las corrupciones políticas y financieras que asolan al mundo. Igualmente hemos de reconocer que las manifestaciones tuvieron lugar de una forma cínica y sarcástica pero tratando de evitar la violencia. Tal vez lo más positivo que tuvo este gesto de los “indignados” de Puerta del Sol fue el haber llamado sorpresivamente la atención de la comunidad internacional sobre la necesidad urgente de humanizar a la clase política y financiera contemporánea.
                Ante el maquiavelismo político y financiero reinante todos debemos estar indignados pero sin caer en la irresponsabilidad social de estos grupos minoritarios que tiran la piedra y esconden el brazo escudándose en una mentalidad aparentemente ingenua e inocente pero que en el fondo hay un tirano político escondido. Ha pasado el tiempo y se ha ido despejando su condición de lobos políticos disfrazados de ovejas inocentes.  (NICETO BLÁZQUEZ, O.P.)